Un pequeño relato sobre cómo nuestra actitud cambia nuestro entorno. Nuestras acciones tienen su efecto a nuestro alrededor y en las personas que nos rodean. La empatía y las neuronas espejo, marcan nuestro carácter.
Era una mañana de sábado de uno de los primeros días de primavera, un día de esos que ya el Sol se atreve a brillar por encima de las nubes, sin complejos de invierno y hace resplandecer las primeras flores de la temporada. Era un día distinto, en el ambiente se respiraba algo especial. Las personas se cruzaban unas con otras y se saludaban dándose los buenos días, aún sin conocerse.
La escena era reconfortante, en ese parque rodeado de bancos para sentarse alrededor del lago artificial, en el que flotaban nenúfares y se movían graciosas ocas, cisnes y patos. En uno de esos bancos se podía distinguir la figura, gris y triste de un hombre de unos 40 años, que esperaba a alguien (era evidente pues no paraba de mirar el reloj). El hombre, al que por razones obvias llamaremos Tristán, estaba sentado y absorto en sus pensamientos, con la mano acariciándose la barbilla y la mirada perdida en el horizonte, una mirada que traspasaba cualquier elemento de la escena que le rodeaba.
Cinco minutos antes de la hora convenida, llegó él. Con paso firme y decidido se acercaba al banco ocupado por Tristán que lo miraba con un sentimiento mezclado entre envidia (¿sana?) y admiración. Tristán observaba cómo se acercaba su amigo, con el porte erguido, los hombros hacia atrás, la frente alta, y saludando a las personas con las que se cruzaba con una sonrisa en los labios.
Ángel llegó al banco y saludó efusivamente a Tristán, ofreciéndole su mano para estrecharla con fuerza, una vez que le estrechaba la mano, tiró de Tristán, hasta que éste se puso de pie, para darle un fraternal abrazo, al cual respondió Tristán con emoción.
Los amigos compartieron el banco y empezaron a hablar, ya hacía algunos meses que no se veían. La charla empezó sobre algunos temas intrascendentes, pero Ángel sabía que su amigo Tristán no lo había citado allí para hablar de cosas banales, así que le preguntó directamente:
– – Tristán, amigo. Sé que me has llamado porque crees que puedo ayudarte en algo, sabes que somos amigos y no tenemos que andarnos por las ramas. Dime, Tristán, ¿en qué puedo ayudarte?.
– – Ángel, te agradezco que hayas venido hasta aquí, no esperaba menos de ti, sé que puedo contar contigo, me lo has hecho saber siempre. Necesito hablar contigo, sólo quiero eso, poder hablar contigo y que me des una opinión.
– – Dime Tristán, te escucharé sin interrumpirte, cuéntame.
– – Bien, mira Ángel, desde un tiempo a esta parte todo me sale mal. Estoy en un circulo vicioso del que no puedo salir. No sé que fue primero, pero tengo problemas en el trabajo, al llegar a casa discuto con mi esposa, no trato bien a mis hijos, que cada vez están mas rebeldes, y cada día me encuentro peor. Es un infierno, me encuentro incapaz de afrontar todo esto y cada vez va a peor. Me pregunto que mas me puede pasar, porque estoy seguro que esta espiral no va a acabar.
Tristán calló por unos segundos para poder deshacer el nudo que se la iba haciendo en la garganta, tomo aire y prosiguió:
– – Mira Ángel, yo pienso en ti y eres todo lo contrario, la gente te aprecia, todos callan cuando tu empiezas a hablar, tu mujer te adora y eres capaz de cualquier cosa, siempre estás positivo. ¡ Todo a tu alrededor es fantástico ¡ Eres un imán para la buena suerte… – Tristán comenzó a sollozar – Ayudame Ángel, díme cómo lo haces.
Ángel puso cálidamente su mano sobre el hombro de su amigo y trató de calmarlo con la mirada.
– – Amigo Tristán. Tienes que salir de esa espiral, tienes que parar la rueda. Yo no sé si soy el mas apropiado para responderte, pero te diré una cosa muy importante: “Tu eres La piedra del Lago”…
Tristán cesó de sollozar y miró fijamente a Ángel, esperando que le explicase que era eso de La piedra del Lago.
– No me mires así, Tristán. Si, amigo, eres cómo… bueno mejor acompáñame.
Ángel se dirigió a la orilla del lago seguido por Tristán, al llegar al borde del lago artificial miró hacia el suelo y encontró una pequeña y redondeada piedra negra, que tomó y guardó en su mano. Se dirigió a Tristán y le dijo:
– – Tristán, ¿qué ves en el lago?, dime todo lo que ves en él y que ambiente se respira.
– – Bueno, pues veo que el agua está calmada y tranquila, veo unos quince o veinte nenúfares, en uno de ellos hay una rana, algunas libélulas y una familia de cuatro patos, dos ocas y tres cisnes. Lo normal en un lago.
– – Bien, Tristán. Vemos un lago tranquilo, sereno, con una familia de patos aparentemente en buena sintonía, una rana cantando feliz, y demás elementos… pues observa esto.
Ángel dio un paso atrás echó su brazo con fuerza hacia atrás y lanzó con todas sus fuerzas la piedra negra justo al centro del lago. La piedra cayó, con estrépito en medio del lago salpicando todo a su alrededor, de inmediato, cómo si de una onda expansiva se tratase, se crearon círculos alrededor de la zona del impacto. Los nenúfares se tambalearon, la rana huyó despavorida, las libélulas desaparecieron, quizás alguna con el nerviosismo fue víctima de la rana, la familia de patos alzó el vuelo y los cisnes y las ocas se escondieron entre las cañas. La acción de Ángel no solo tuvo consecuencias dentro del lago, sino que a su alrededor las personas que paseaban empezaron a recriminar a Ángel tal acción, propia de un chico travieso, no de un adulto.
– – ¿Pero que has hecho Ángel?
– – Te lo voy a explicar Tristán. El lago es todo lo que te rodea, podemos ver nenúfares que pueden ser familiares y amigos, libélulas que pueden ser vecinos y compañeros de trabajo, la rana que si quieres puede ser tu jefe, la familia de patos que puede ser la tuya misma y las ocas y cisnes que puedes elegir tu mismo su papel. La piedra eres TÚ, Tristán, de tu actitud depende todo tu “ecosistema“. Has visto cómo esa piedra tóxica negra al caer ha contaminado todo el lago, todos han huido y lo que antes era calma y bienestar se ha transformado en caos y desastre. Imagina que en vez de una piedra negra hubiésemos echado una pluma blanca, en ese caso no hubiese pasado nada. La piedra y las ondas que produce tienen efectos devastadores, Tristán, por muy grande que sea el lago, las ondas que produce la piedra llegan hasta la orilla.
– – Te comprendo, Ángel. Quieres decir que debo de cambiar mi actitud, para que todo cambie a mi alrededor, ¿no es así?
– – Así es amigo. Cuando te levantes, lo primero que debes hacer es besar a tu mujer, da igual lo que pasara ayer, bésala. Después de desayunar sal a la calle para ir a trabajar, camina erguido, con los hombros hacia atrás, la frente alta y con los puños cerrados con confianza en ti mismo, saluda a todas las personas con las que te cruces, el primer día se extrañarán, pero los siguientes días te saludarán sonriendo, si vas en coche a trabajar, no escuches la radio de noticias, te amargan la vida, escucha una emisora de música. Al llegar a trabajar saluda a todos… ¿Me entiendes, Tristán? Si cambias tu actitud por una actitud positiva, ésta se hará contagiosa, todo a tu alrededor cambiará, todo mejorará.
– Te entiendo, Ángel, soy la Piedra del Lago, pero a partir de ahora ya no seré la piedra tóxica negra, seré la piedra blanca. Gracias amigo, dame un abrazo.
Diego Gallardo