La Llamada de la Selva Consumista
Primero, reconozcamos una verdad universal: comprar es divertido. Sí, lo dijimos. La anticipación, la emoción de la «caza de gangas», todo eso dispara en nuestro cerebro una fiesta de neurotransmisores felices. ¿La razón? Al comprar, especialmente bajo la presión de una «oferta por tiempo limitado«, nuestro cerebro libera dopamina, esa sustancia química que nos hace sentir eufóricos. Básicamente, el Black Friday es como un parque de atracciones para adultos, pero en lugar de montañas rusas, tenemos descuentos del 50%.
La Manada en Acción
Ahora, profundicemos en el aspecto sociológico. Somos seres sociales; nos gusta sentir que pertenecemos a un grupo. Cuando ves a todo el mundo hablando, planeando y participando en el Black Friday, es difícil no querer ser parte del club. Además, en esta era de redes sociales, ¿quién no quiere presumir de sus súper compras? «Mira, conseguí este último modelo de smartphone a mitad de precio», dice el post que secretamente esperamos que recoja más likes que el gato haciendo algo adorable de tu amigo.

La Ilusión de la Gran Victoria
Otro aspecto fascinante es el efecto de la «gran victoria«. Psicológicamente, nos encanta sentir que hemos ganado algo, especialmente si es en competencia con otros. En el Black Friday, cada compra se siente como un trofeo, un testimonio de nuestra astucia y habilidad para cazar ofertas. «¿Viste eso? Conseguí el último televisor 4K con un 70% de descuento. Soy un genio de las compras«. Claro, ignoramos convenientemente el hecho de que compramos un televisor cuando ya teníamos tres en casa.